Un pisito en el centro. Fotografías de Fernando Bedón.
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↓ (Texto de abajo a la izquierda) Una mezcla logra el mejor retrato. Este apartamento madrileño combina muebles de segunda mano y objetos de diseño para cuajar en el estilo bohemio-chic. Por Anatxu Zabalbeascoa. Fotografía de Fernando Bedón. Estilismo de Flavia Capponi.
La modernidad arquitectónica predicó la idea de que la verdad era pura. Pero la verdad de un piso se aleja de esa premisa. Las casas son un reflejo de sus dueños. Y la versión doméstica de una persona siempre está más cerca de un escenario cambiante que de un espacio dibujado con tiralíneas.
La decoradora Regina del Campo sabe mezclar. Para conseguirlo emplea un método empírico: probar y comprobar. Ella misma acumula objetos cuando viaja para emplearlos en sus trabajos. Es una decoradora integral: firma planos que distribuyen el espacio y decide hasta el último detalle.
En esta vivienda de 60 metros. Del campo optó por eliminar tabiques y unir las zonas publicas de convivencia (recibidor, comedor y salón) en un único espacio. Como en tantos de los pisos del centro de Madrid, los pilares y las vigas son de madera. Del Campo los descubrió, los pintó de gris y los empleó para recortar visulmente el espacio, sin dividirlo.
Las huellas de la vivienda original se dejan notar en las compuertas de madera de balcones —ahora recuperadas con molduras subrayadas con pan de oro—. Pero además de revelar su propia historia, esta casa explica el talante mestizo de su propietaria.
↑ (Texto de abajo a la derecha) REFLEJOS MÁGICOS. Vista del salón con el comedor al fondo. Sobre estas líneas, dos de los múltiples espejos que salpican las paredes. Algunos decorados con ilustraciones cuelgan de largas tiras de cuerda.